Continuación de la historia. 

los profesores son demasiado exigentes. Cada uno se cree que su curso es el único que una está tomando. No puedo mantenerme al día con todo. Creo que no estoy aprobando nínguna materia. Ni siquiera he ido a la clase de matemáticas en tres semanas; sé que el profesor me odia.

Trató de contener las lágrimas y se secó la nariz con el dorso de la mano.– Ya ni quiero andar por los pasillos de la universidad por miedo de encontrarme con uno de mis profesores.– ¿ Qué vas a hacer? -preguntó su amiga,  No sé  No puedo volver a casa; si papá se entera me mata -dijo entre sollozos– . Se cree un hombre de negocios importante y poderoso, se volvería loco si supiera que su única hija no aprobó su primer año de universidad. Melisa sacó una caja del ropero y empezó a llenarla de fotos y «posters».– ¿A dónde vas? -preguntó ahora su amiga. Melisa levantó la cabeza y miró a su amiga. Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Trató de secarlas con los dedos, pero los ojos se le volv(an a llenar. Se encogió de hombros y dijo: – No sé. Me quedaré aquí un par de días más. Quizá pueda encontrar trabajo y hospedaje. Entonces no me veré obligada a contarle a papá. – Alguna vez tendrás que hacerlo, Melisa. Melisa sacudió violentamente la cabeza. -No -contestó-. No puedo. Jamás. Temblándole las manos, tironeó de un «poster» para sacarlo de la pared. Se le rompió y, furiosa, lo estrujó y tiró al cesto de basura.