El pensamiento de Dios

Lectura semanal

«Así que la fe es por el oír, y el oir, por la palabra de Dios». Romanos 10:17

Acerca del Espíritu Santo

16/08/2025

SU PRESENTACIÓN ADMIRABLE

 “Pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros”. La comunión personal cristiana es con el Espíritu Santo, porque ya no estará solo “con”, como estuvo con los apóstoles, sino que a partir de Su advenimiento en Pentecostés y en la casa del gentil Cornelio, también estará “en” el creyente cristiano verdadero, de manera definitiva, para no irse jamás (“mora”). Así pues, la comunión del creyente cristiano, momento a momento, debe ser con el divino y maravilloso Espíritu Santo (2 Corintios 13:14). Porque, de hecho, la Palabra no dice que el creyente cristiano es templo de Padre o templo de Cristo, porque Cristo está sentado desde Su resurrección a la derecha de Dios Padre (Marcos 16:19); sino que somos literalmente “Templo del Espíritu Santo”(1 Corintios 3:16; 6:19).

“El Espíritu Santo os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. El Espíritu Santo es quien guía, forma, revela e ilumina al verdadero creyente cristiano; primero, desde Su propia presencia en su propio corazón; segundo, a través de la lectura y la meditación de las Sagradas Escrituras (Efesios 6:17b); y tercero, a través de los diversos Dones que Él derrama en él, y en todos los creyentes conglomerados en la iglesia cristiana, a quienes dispone para que le ayuden, le enseñen y le pastoreen con sabiduría, humildad y verdad.

“El Espíritu de Verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio de mí. Y vosotros daréis testimonio también”. El Espíritu Santo es el perfecto y efectivo testificador de Jesucristo ante el mundo inconverso. Por tanto, todo creyente cristiano verdadero da testimonio de Jesús de manera natural en el mundo, con su vida y con sus palabras día a día, porque es gobernado por el Espíritu testificador de Cristo: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y ME seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). “Y ahora Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. Y cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios” (Hechos 4:29-31). Amén. Observese el ciclo de ideas convergentes de esta especial y poderosa oración.

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